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Ancelotti es, no lo olvidemos, apuesta personal de Florentino

11 junio 2015

Desde la tristeza


Antes de ayer mi amigo John Coughran (@GautierDurant en Twitter) me rescataba de las miasmas del infortunio blanco en que me hallo sumido de la mejor manera posible: "Se echan de menos tus crónicas en Todo Real Madrid" me decía. Por un lado un mandato, cortés pero con el derecho moral de quién es asiduo y se siente olvidado. Por otro el mejor de los elogios, pues quién escribe siempre lo hace en buena parte para los demás, intentando huir de ese terror siempre presente del ¿habrá alguien al otro lado?.

Le contesté comprometiéndome a reiniciar la actividad, espantando las brumas que este mes de mayo de mierda nos ha deparado, quizás como terapia contra la tristeza que arrastro cuando contemplo las ruinas de un proyecto que podría haber sido maravilloso y que ha acabado en la más absoluta hecatombe.

Y como siempre fui persona de palabra, aquí está, en su honor. Y por una vez miraré al pasado en lugar de al futuro como tengo costumbre. Y lo haré porque creo que la llave del futuro, en el caso del Real Madrid, está en el pasado. Sólo mirando los errores cometidos, seremos capaces de conseguir el futuro esplendoroso que todos creíamos en nuestra mano en diciembre y que como agua se nos fue escurriendo de las manos hasta llegar a la más completa nulidad en mayo.

El 8 de febrero, tras las debacle del Calderón, Franciscus predecía que este año, ni Liga, ni Champions ni ná de ná. Y en contra de la opinión de Piqué, siempre tan ocurrente y tan puntual en sus complejos, la decadencia no empezó con Kevin Roldán, sino cuatro horas antes a orillas del Manzanares. Esa noche el plantel de jugadores, con sus capitanes "campeones der mundo" a la cabeza, hicieron patente el eterno defecto del vestuario blanco: el endiosamiento. En esa entrada (que recomiendo su relectura) advertía de las señales que anunciaban la ruina que se produjo en mayo.

Posteriormente fuimos conociendo poco a poco los mimbres de la derrota: un entrenador envarado tácticamente, sin hegemonía en el vestuario, contemplativo ante algunos dislates (fiestas hasta las cinco de la madrugada y salida con pasamontañas) y complaciente ante la apuesta de titularísimos capitanes en penoso estado de forma. Eso si, ni una mala palabra. Y por ello acabó aplaudido en rueda de prensa por los periodistas, gesto en el que éstos tomaron el papel de Macro, asfixiando a Tiberio en su último estertor.

Y como consecuencia de lo anterior, una permanente apuesta por los "fijos" del vestuario y verdaderos mandos de la nave. Daba igual que todo el mundo advirtiera la pésima temporada de Ramos, la horrible senectud de Casillas, el eterno embolique de Bale, las lesiones de Cristiano, el desplome de Kroos o la pésima recuperación de Modric y Benzemá. El plan ya estaba fijado y, como Emiliano Zapata, estaban dispuestos a morir por sus principios. Y murieron, pero sólo uno fue cadáver, el resto pasaron a la categoría de zombies. Unos zombies plenipotenciarios en el vestuario, que se toman la libertad de criticar las decisiones de la Presidencia elegida por los socios que les pagan o que se permiten exigir aumentos y renovaciones por su "trayectoria". Unos zombies que siguen permitiendo y contemplando como su rivales engordan su palmarés con un hambre eterna que rivaliza con la reina Níobe, mientras ellos con una sola bacanal ya parecen saciados para el resto de su carrera.

Todo esto contemplado por un Presidente acomodaticio que vuelve a pagar errores cruciales en su proyecto. El Real Madrid no puede estar perpetuamente en esa rueda de entrenador padrazo - entrenador dictador. El equipo no puede tener limitadas decisiones estratégicas como la continuidad de Casillas, desechadas por el temor a una prensa ventajista y carroñera. No se puede permitir eliminaciones ante equipos netamente inferiores como Atlético en Copa o Juventus en Champions. No se puede ser el equipo más goleado de los cinco primeros. No nos puede avergonzar un Schalke de la vida con cuatro goles en el Bernabeu. No se puede perder un partido vital en el Camp Nou de la forma que se perdió. No señor. Pero lo que no es admisible es que después de tantas señales, nunca, en ningún caso, se torciera el rumbo, se oyera un puñetazo sobre la mesa, hubiera una leve señal de orgullo blanco. Ese es el verdadero problema. El endiosamiento de buena parte del plantel no permite que nada ni nadie cuestione ni su aptitud ni su actitud. Y mientras siga así, volveremos a caer.


Desde mi humildad, y para el futuro, sólo un consejo al Presidente, que dejo en forma de viñeta del siempre genial GesiOH!. Y lo que diga Rafa.