Abril
de 2002. Salihamidzic: "El Madrid se caga en los pantalones" tras un
2-1 en Munich. Después comenzó la historia.
Una tarde lluviosa para la
primera gran quedada en Concha Espina, a recibir al equipo en volandas. Un
Bernabéu como nunca vi. Y un gol de Guti que nunca olvidaré
Llegando a Madrid. Lloviendo. Mi segundo partido de Copa de
Europa. El Bayern era campeón de Europa. Después de la ida de cuartos de final,
hicieron gala de su proverbial bocachanclismo bávaro, con declaraciones
rebosantes de soberbia, menospreciando al Madrid. Roberto Carlos no jugó por
una cacicada de la UEFA.
Todo eso propició un estado de rabia increíble en la afición. Todos íbamos con ganas de dejarnos la garganta y las manos esa noche. Kahn era el perfecto ogro, fanfarrón, sucio y malencarado. Aquella noche, cada saque de puerta sería un canto al Decibelio.
La cuesta de Concha Espina era un hervidero de autobuses de toda
España. Y las aceras del Bernabeu una vorágine de almas blancas, esperanzadas,
iracundas con el teutón, a por ellos, abrazos espontáneos, tensión. Todavía no
era moda vestir de blanco.
Tampoco era costumbre recibir al equipo, animarlo, hacerle ver que
todos somos uno y trino. Un Club, un equipo, una afición. Pero aquel día, como
suele suceder cuando los hechos se producen al azar, todo nos unió en un solo pensamiento:
Estar junto al equipo. Sin Twitter, sin Facebook, sin Whatsapp.
Y el autobús llegó por la esquina de Castellana. Blanco.
Escoltado por una decena de policías a caballo que se multiplicaban intentando
hacer pasillo (eso sí es un pasillo) al equipo. Golpetazos en las chapas.
Bocinas. Muchas. Bengalas en Marceliano. Y bufandeo. Nunca había visto nada
igual. Después, por suerte, se ha repetido muchas veces.
Un cubata y p'adentro. El
cuarto anfiteatro totalmente de pie. Overbooking. Temblando bajo nuestros pies.
El partido fue épico. Titánico. Mi garganta, como siempre, al descanso rindió
sus armas. Helguera dio paso a la esperanza. Si todo había sido épico, con
aquel gol las ganas inundaron Chamartín. El número 12 supo que era todo o nada.
Y apostó al todo o todo.
Después Guti marcó a
placer. Y todo se desbordó. Aquel día la bestia negra empezó a palidecer.
Después ya todo es historia. Vuelta a casa eufóricos, rayando el alba y a
currar. Semifinales con el Barca al carrer. Y la volea de Zidane en Glasgow.
Recordad. Con el Bayern.
La primera.
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