Personalmente ha sido un
buen año, más viendo los antecedentes. Brumas que se disipan, poco a poco, pero
se disipan.
Futbolísticamente ha sido
fenomenal. Posiblemente el mejor que he vivido. Nunca podré llegar al éxtasis
de la Séptima, pero poco le ha faltado. Si, lo hemos terminado con un bofetón
en forma de 0-3 (por cierto inmerecido tanteo y excesivo castigo, que aún no he
escuchado a nadie), pero ésta adversidad quizá sirva para poner más en valor lo
conseguido por el Real Madrid, Zidane y sus chicos este 2017.
Sé que estos días esa numerosa
parte del madridismo sufridor está en un pozo sin fondo, pero lo siento, no
puedo evitarlo, miro atrás y una sonrisa bobalicona se me refleja
involuntariamente en mi cara. No sé si podrán perdonarme por tamaña falta de
sensibilidad, al no guardar los cinco meses de luto riguroso que deben seguir a
semejante derrota, pero no puedo evitar sentirme feliz con lo vivido este año,
muy feliz. Y es que los recuerdos se agolpan. Y sonrío.
Nunca podré olvidar el día
que ganamos la Liga en Málaga, sintiéndome un poco partícipe del éxito, rodeado
de camisetas blancas y de amigos sinceros en La Rosaleda, dejándome mi triste
garganta en cánticos y saludos recíprocos con nuestros jugadores. Esa vuelta de
madrugada hasta Antequera, oyendo petardos y bocinas por toda Málaga…..
Inolvidable.
Tampoco olvidaré la final
de la Duodécima. Esa primera parte sufridora, el descanso pleno de tertulias
llenas de incertidumbre, con mis amigos de mi Peña Madridista Gachera. La
liberadora segunda parte, sabiendo que el gol de Casemiro nos llevaba a la
gloria, el paseo feliz hasta la plaza, buscando la fuente blanca y
encontrándola llena, literalmente, de niños, de madridismo puro, gozoso e inocente………..
futuro blanco. Pedí un cubata allí al lado y me supo a gloria. Disfrutando de
la alegría de los niños, de los petardos y de los saludos, interminables, al
paso, de transeúntes que sabían que nuestros corazones latían al ritmo del
himno de la Décima.
Y como no recordar el 1-3
de la ida de la Supercopa en territorio comanche. Gritando a toda la Gran Vía
de Les Corts el golazo de Asensio. Comprobando gozoso que no era el único. Oyendo
al poco, de vez en cuando, alguna bocina celebrando la goleada.
Hace cuatro meses, sólo
cuatro meses y esa noche nadie quería vender a Cristiano Ronaldo. Qué cosas……..
Nadie pedía un delantero. Teníamos la mejor plantilla del mundo. Cabalgábamos
ingrávidos en la cresta de la ola. Desafiantes al mundo. Inmortales. Hoy parece
que la ola va a caer encima pero no olvidéis que después de una ola, siempre,
viene otra.
¡¡¡ Preparados para la
subida ¡¡¡
Feliz y blanco 2018
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